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Rendición De cuentas vigencia 2022 I.E.T.A JUAN XXIII

Por: MAPE OSPINA

2023-02-23

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DIA INTERNACIONAL DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

Por: MAPE OSPINA LUIS FELIPE

2020-08-09


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Office 365 ámbito educativo. La IETA Juan XXIII cuenta con el servicio en la nube.

Por: MAPE OSPINA LUIS FELIPE

2019-04-08

Video explicativo sobre Office 365 en el aula, activación de las cuentas de correo electrónico para estudiantes y principales usos de esta plataforma de trabajo colaborativo.

Office 365 ámbito educativo. La IETA Juan XXIII cuenta con el servicio en la nube.

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Estudiantes de servicio social en capacitación en lenguaje de señas colombiano.

Por: MAPE OSPINA LUIS FELIPE

2019-04-08

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BODAS DE ORO COLEGIO JUAN XXIII

Por: MAPE OSPINA LUIS FELIPE

2019-04-08

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LA HISTORIA DE COYAIMA Y CALARCÁ

Por: MAPE OSPINA LUIS FELIPE

2019-04-08

UNA PÁGINA DEL FOLKLORE

TOLIMENSE


Por: IGNACIO RIVAS PUTNAM


¡Al Sur. Al Sur. Siempre al Sur, y a nuestras espaldas iban quedando las aldeas, los torrentes, las vegas, las montañas y la misma torva humanidad!.


A lo lejos los blancos campanarios de Natagaima y su cerro piramidal de Pacandé,  y Coyaima asentada sobre el áureo aluvión de las vegas del Saldaña, la que fue cuna de ese valiente cacique a quienes los españoles cristianizaron con el nombre de Baltasar, émulo y rival del indómito y soberbio Calarcá, éste sí Pijao de alma, tolimense de corazón y magnifico en su nacionalismo aborigen, cuya leyenda heroica es la siguiente:


En un hermoso lugar situado a la margen derecha del “Netaima”, cuyas aguas puras y frescas dócilmente acariciaban la ribera, se levantaba a la sombra de cimbreantes palmeras y corpulentos caracolíes el soberbio palenque cuadrangular que defendía el bohío, techado con hojas de la palma real, donde habitaba, acompañado de las mujeres de su gusto y afición, el jefe o cacique de la comarca, cuyo nombre era Coyaima.


Un camellón bien apisonado con las finas gravas aluviales del río y bordeado por mereyes con sus purpúreos marañones, grises anones desgarbados y desapacibles cargados con sus dulces y rugosos frutos, iguales coposos, palmeras de coco y árboles de rojizas ciruelas, conducía desde el frente de la habitación hasta el puerto de “Netaima” donde las canoas o curiaras se mecían suavemente en el agua, amarradas a los amées crecidos en su orilla.


Era día de fiesta y todos los súbditos de este jefe valiente, temerario y esforzado salían de las chozas circundantes ostentando sus mejores galas, sus joyeles áureos y sus mas vivos colores aplicados a sus miembros nervudos y a sus caras achatadas de fuertes maxilares, ojos negros ligeramente oblicuos, lacios cabellos, centrina piel y totalmente depilados. Las mujeres viejas se cubrían los flácidos y acalabazados senos con filamentos de palmeras secos y entretejidos, y las núbiles muchachas mostraban todas sus desnudeces con arrogancia y esplendor. Era una abigarrada muchedumbre plena de vida y movimiento, pero inquieta y llena de ansiedad.


El sol brillaba en su cielo sin nubes de índigo intenso y las arenas del lugar eran quemantes y enceguecían casi los ojos con el brillo de su oropel centellando con la luz.

Grandes tinajas de barro cocido contenían la chicha fermentada, fabricada con maíz añejo triturado por las mandíbulas de los viejos de la tribu mezclada con saliva. Bollos de tierno maíz se cocían en grandes cantidades al rescoldo de hogueras y fogones, junto con mojarras y coruntas, bagres y pataloes, venados, orugas y conejos.


El tam... tam... de la tambora tradicional, monótono y profundo convocando el gentío y anunciando el suceso, resonaba en la lejanía.


El gran Calarcá, jefe y señor de toda la comarca comprendida desde el nevado del Tolima hasta los confines aledaños de Popayán en territorio dominado por los indios Paeces y extendida sobre la cordillera central de los Andes en sus planicies heladas y en sus dos vertientes al Levante y Poniente, para esperarlo allí el poblado de Coyaima.


Las exóticas costumbres cristianas introducidas por los conquistadores españoles en América, iban, aunque a disgusto de sus naturales aclimatándose lentamente, y ya, al jefe del poblado Coyaima lo habían bautizado, con pompa y grandes fiestas, con el nombre de Baltasar.

Pero aquel día todos sus súbditos y el mismo cacique ostentaban orgullosamente las más puras costumbres aborígenes en obsequio y temor al tradicionalismo intransigente y feroz del visitante.


En el sitio de Colache, enfrentado al palenque de Coyaima, río de por medio, atravesó sus aguas en una gran piragua el cortejo real que acompañaba a Calarcá, donde esperábalo con su corte, sus mujeres y su tierno hijo, Coyaima señor de la región.


Auque con ancestros raciales comunes de la raza “Pantágora” de células caribes y hablando la misma lengua con pequeñas deferencias locales, las dos tribus diferían en sus hábitos, en sus maneras y en su aspecto personal, lo cual se echaba de ver especialmente en la configuración craneal de los guerreros Pijaos de Calarcá, cuya frente aplastada con artificios desde la niñez, se prolongaba hacia arriba oblicuamente, lo mismo que la nariz ganchuda, rota y estirada a propósito, comunicando a los esbeltos, ágiles y forzudos gandules, lanceros de la guardilla, el aspecto feroz y antipático de las aves de rapiña. Estas deformaciones provocadas artificiosamente los hacían aptos para la guerra y estimulaba su canibalismo.


Las indiecillas impúberes del cortejo pregonaban su doncellez con las moles de sus bíceps y pantorrillas que hacían notar las fuertes chaquiras apretadas en las muñecas y lagartos de los brazos, de los tobillos y de la depresión de debajo de las rodillas, manteniéndola así hasta la noche del festín de su virginidad, que solo entonces libertaban, anunciando de este modo su entrada a la vida normal de la mujer.  Eran honestas, y el adulterio se castigaba condenando a la mujer culpable a ser gozada por todos los mancebos de la tribu, para luego, enterrada en los cruces de los caminos, de la cintura para abajo, ser destrozada a pedradas por los caminantes.  El hombre burlado por la mujer en la noche de bodas, tenía el derecho de matarla.


El antropofaguismo se practicaba con delectación y las victimas se asaban a fuego lento en parrillas de madera, y colocadas en mochilas de fique servían de fiambre para las excursiones guerreras. Ocasionalmente cultivaban la tierra y eran nómadas, andariegos y feroces.


Los Coyaimas eran más templados en sus costumbres:  asentadas sus habitaciones sobre las ricas cintas auríferas de los aluviones del  “Netaima”, su ocupación principal y económica era la minería, practicándola por el lavado del mineral en bateas de madera, el cual perseguían hasta el fondo del río, de donde buceando lo extraían entre arenas para libertarlo de aquellas en las playas.  Labraban la tierra cultivándola con maíz, yuca, batatas, fríjoles y otras plantas alimenticias, y las pesca y la caza eran sus aficiones favoritas.  No eran antropófagos pero sí belicosos y guerreadores.


A pesar de la grande amistad que desde la niñez unía a los dos caciques Coyaima y Calarcá, ya entre ellos se suscitaban grandes diferencias con la intromisión del elemento español entre sus costumbre y los súbditos de estos se miraban con inquina y desafecto.


Calarcá insigne guerrero, estratega admirable, soberbio, independiente y rebelde, había movido con saña y éxito rotundo la guerra a muerte contra los españoles desde tiempos remotos, asolando a sangre y fuego todas las ciudades a su alcance y especialmente los pueblos fundados por los capitanes Domingo Baño, Pedro Talaverano, Diego de Bocanegra, Domingo Lozano y el Gobernador de estos territorios Bernardino de Mújica, a quien por dos vidas le habían concedido el Presidente Don Antonio Gonzáles, y especialmente la Villa de San Bonifacio de Ibagué, fundada en 1550 en el Valle de las Lanzas, por Andrés López Galarza, Oidor de Santafé, y traslada al lugar que hoy ocupa un año después, fue arruinada por los Pijaos en 1592 y habiendo batido y desbaratado a los españoles en todas las expediciones guerreras intentadas por los mismos, se había hecho famoso, y el respeto y temor que ungían su nombre y sus hechos heroicos habían repercutido en la Corte Española, la cual nombró como Presidente de la Real Audiencia, Gobernador y Capitán General del Nuevo Reino de Granada, por cédula fechada en Ventocilla a los veinticinco días del mes abril de 1605 al ilustre primer Presidente Militar y Capitán Don Juan De Borja, nieto de San Francisco de Borja, Duque Gandía, guerrero de nota, para que develara esa insurrección y pacificará la provincia.


Calarcá se había radicado en las tierras del Amoyá haciendo de ellas una fortaleza inexpugnable, pero teniendo conocidos por sus espías que la campaña que se aproximaba sería más agria y sangrienta que las anteriores y que a ella cooperaba Coyaima con sus recursos ayudando a los españoles, determinó visitarlo para traerlo a su campo como aliado.


Áureos presentes de diademas, collares, escudos y orejeras trajo desde sus tierras del Quindío, labrados por auríferos quimbayas, las más bellas muchachas comarcanas, caza de volatería, frutos raros, peces suculentos y otras mil presas fueron su regalo para ganar a su amigo de la infancia, quien lo recibió agradecido prodigándole todos los honores y homenajes debidos a su rango y a su fama.


Luego ardiente, astuta y tenaz fue la plática entre ellos presenciada y aplacada por los mohanes de cada una de las tribus, cuando estallaba entre los rayos luminosos de los ojos contendores de aquellos atletas, sin hallar el acuerdo buscado, y por fin, con moderada pero altiva respuesta, Coyaima afirmó sus simpatías por los conquistadores sus amigos.


Calarcá, derrotado en su intento, irritado y soberbio, con tonante lenguaje reprocho a Coyaima su conducta falaz, su traición a sus dioses y a sus padres, a sus tierras, a sus hermanos y a sus amigos, y con la promesa de una pronta y categórica respuesta se retiró arrogante en su grande piragua, cuando el sol de la tarde con sus lampos de púrpura ensangrentaba las aguas del  “Netaima”.


Más tarde, con las sombras de esa noche, el tierno hijo de Coyaima desapareció del poblado.


Grandes empeños puso el afligido padre en la busca de su hijo a quien amaba con ternura, sin hallar ni un solo rastro que revelara lo ocurrido, y urgido por las necesidades de sus aliados, los españoles, en la campaña general emprendida, envió emisarios de Calarcá negándose a ser su aliado.  Devolvió los presentes y amargado por la desaparición de su hijo, esperó los sucesos.


Otro marcial cortejo de guerreros Pijaos, al clarear de un día, apareció sobre las aguas del  “Netaima”, amarrando sus piraguas al puerto del palenque.


Fuerte núcleo de ellos quedó guardando aquellas, y un emisario portando una enorme batea de madera cubierta con hojas de bijao, adelantó sus pasos hasta Don Baltasar, Cacique de Coyaima, a quien díjole:  “Calarcá mi Rey y mi Señor, te regala con esto, y así óyelo bien, tratará a los traidores”. Y arrojándole la batea a los pies, huyó veloz.


Con ansias de muerte levantó de la brillante arena herida por el sol, los mutilados despojos de su hijo degollado, y ebrio de dolor, pero altivo y sereno, se retiró al palenque para rumiar su pena y aquilatar su venganza.


La campaña general organizada por Don Juan de Borja guerreó con suerte varia, hasta que acosados, hambrientos por la tala sistemática que los españoles hicieron de sus maizales y labranzas, deshechos por fuerzas y armas superiores, en un lance general fueron batidos los valientes lanceros Pijaos, y es fama que en medio del fragor de la batalla como dos leones se enfrentaron Don Baltasar, ahíto de odio y de venganza, y Calarcá, magnífico defensor de su patria.


Las lanzas vibraron en el aire como lenguas de reptiles fantásticos buscando el corazón, y Calarcá con él atravesado de parte a parte por la potente lanza del Coyaima, allegóse hasta la empuñadura del asta de macana que lo hería para feroz morderle a su contrario las mandíbulas, cayendo derrengado por la muerte...


Allí quedó postrado el jefe y con él el coraje de sus huestes, pero su nombre heroico, aun después de transcurridos tres siglos, se pronuncia con admiración y orgullo, y la ciudad pujante que se levanta en las vertientes occidentales de la cordillera central en las dulces tierras del Quindío, lleva su nombre y pregona a todos los vientos de la fama, su soberbio valor en defensa de la libertad estrujada por la conquista.


Paladín de leyenda cruel y salvaje, pero que exaltó la libertad de su pueblo y de su raza hasta morir por ella.


Tanta fue la fama de los hechos, que el pueblo de San Bonifacio de Ibagué, colocó en la puerta de la entrada de la ciudad del Combeima, la lanza del Coyaima y una rima que canta:

“Y era tanta la pujanza

del señor Don Baltasar,

que dicen llegó a ensartar

ciento cincuenta en su lanza;

y por poco, que si avanza

quedan todos ensartaos...

Lanza, no caigas al suelo

Porque vienen los Pijaos”.

                 

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COYAIMA

Por: ZAPATA MALAMBO MARIA FANNY

2015-07-01

El municipio de Coyaima se encuentra ubicado al sur del departamento del Tolima, sobre el flanco derecho de la cordillera central, formando parte de la cuenca baja del río Saldaña. Se encuentra a 114 kilómetros de la ciudad de Ibagué, capital del departamento y a 193 de la ciudad de Bogotá, capital del país.

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Agenda 18 de enero

Por: ALJURE LIS SAID

2017-01-18

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  • Saludo, oración, verificación asistencia y motivación al trabajo institucional
  • Explicación de  agenda de  trabajo institucional del 18 de enero de 2017
  • Socialización de la plataforma de notas
  • Organización curricular del primer periodo por áreas y grados en el nivel Secundaria y media.
  • Reunión con los docentes de básica primaria para socializar la ruta de acompañamiento PTA 2017, objetivos, proceso, acciones y productos esperados
  •  STS de lenguaje
  • compromisos y tareas
  • Entrega de organización curricular primer periodo 2017